En este artículo, el autor, partiendo de la experiencia que vivió en un congreso sobre humanismo en la Universidad de Costa Rica, plantea que no es posible hablar de humanismo sin involucrarse como humanista. Sostiene que convertir el humanismo en una cuestión aséptica, abstracta y a histórica es expresar foliación, cerrazón e impermeabilidad a todo a aquello que compete a dicho concepto: el ser humano y su vivencia diaria, su práctica concreta en un aquí y ahora. Afirma entonces, que en lugar de una exégesis y de una hermenéutica filosófica del humanismo, se debe partir de una hermenéutica situacional y contextual a partir del compromiso y de la práctica de un humanismo concreto.