El derecho educativo con calidad implica repensar los procesos de evaluación de aprendizaje y desarrollo. Los seres humanos vivimos realidades multidimensionales en la escuela y en la vida; concentrarse en las pruebas académicas envía un mensaje recortado sobre los fines de la educación. Solo si medimos el ser y el saber en nuestras niñas, niños y jóvenes, definiremos con precisión la calidad de la educación que ofrecemos. Esa calidad incluye por lo menos bienestar físico y emocional, ética y estética, además de áreas cognitivas del aprendizaje.