César López, dirían muchos, es "el man de la escopetarra". Músico por convicción e itinerante de contradicciones, cree en el arte como engranaje de una maquinaria que muchos intuyen, pero que aún carece de especificaciones definitivas: la que puede transformar las realidades, incidiendo en el eje de la sensibilidad. La historia puede comenzar en una buseta en la carrera once en Bogotá, pasar por el tacto de un papel entre el bolsillo y, a la vuelta de la esquina, ubicarnos en Moscú, con el reflejo en el retrovisor de una cara quizá atónita: la del inventor del fusil que un día descubrió su vocación en un arpegio... hoy, el encuentro es como el instante que dura el trapecista suspendido en el aire... efímero, tanto como fascinante y acaso mortal... la apuesta es por el potencial reversible de ese "acaso".
