En este artículo se abordan diversos aspectos de la prueba que Aristóteles presenta en Metafísica III 3, según la cual el ser no es un género. En particular, procuro delimitar la dimensión bastante restringida de su campo de aplicación, tomando en cuenta sus premisas en relación con las condiciones de una buena definición según el estándar de género y diferencia específica, y también trato de comprender la recepción poco entusiasta que tuvo ya en la Antigüedad, comenzando con Alejandro de Afrodisias.