Este texto es un acercamiento a la manera como las motivaciones de la fuerza creadora (el talento y la pasión) pueden incidir en la proactividad del espíritu investigador; de cómo esa fuerza creadora no es otra cosa que el hecho de vivir, lo cual nos ayuda a formarnos una concepción del mundo. Es en cierto sentido, una crítica a los
patrones paralizantes de padres y maestros que frenan esa fuerza, una crítica a los protocolos descontextualizados de la escuela, sobre todo en lo referente a las cátedras
de metodología de la investigación desde las cuales se impulsa al teórico de moda y se investiga lo investigado sin ninguna referencia a la realidad social, económica,
política y cultural.