En un texto caracterizado por un gran dinamismo en todas las esferas de la existencia, donde el ser humano tiene que abordar constantemente situaciones nuevas y difíciles de prever, la educación durante toda la vida se convierte en el capital más seguro para vivir y participar activamente en el entorno social. Este trabajo se dedica a presentar la necesidad de este tipo de educación y la importancia que le conceden los organismos internacionales al considerarla como clave en el siglo XXI. Se abordan, de igual modo, algunas de las implicaciones educativas y realizaciones prácticas más importantes que se derivan del principio de la Educación Permanente. Por un lado, se analiza la relevancia social que ha aquerido la ciudad como agente educativo; por otro, se describen dos espacios de intervención socioeducativa que, como consecuencia de las nuevas necesidades sociales, se han tornado prioritarios: la actuación con las personas mayores y con los delincuentes. En definitiva, la educación a lo largo de la vida representa para el ser humano una construcción continua y cíclica de sus conocimientos, aptitudes y valores. Por ello, parece necesario intensificar la labor educativa con el deseo de formar un ciudadano libre, seguro de sí mismo, responsable y capaz de afrontar con confianza las nuevas situaciones que vive día a día en su entorno tanto personal como profesional.