Desde Bourdieu, puede decirse que las evaluaciones masivas de lenguaje no comprenden nuestra cultura (sus ¿hallazgos¿ provienen de la limitaciones del proceso, no de los datos); ocultan los efectos de la desigualdad social, aislando el lenguaje de las condiciones que posibilitan las competencias; privilegian ciertas constantes lingüísticas en le detrimento de variaciones sociológicamente significativas; piden manipular sentidos sin relación con el contexto, siendo que las intenciones y los intereses hacen que un enunciado gane sentidos antagónicos; usan una condición institucional para imponerse; crean un poder simbólico que describe un cierto ser de la escuela; determinan la validez de usos lingüísticos, prácticas pedagógicas, costumbres educativas y políticas educativas; condenan a las clases más desprovistas a las sanciones negativas del mercado escolar.