El ECTS puede ser comprendido como una oportunidad para el desarrollo de propuestas de formación superior relevantes y más acordes con las necesidades emergentes
en la nueva sociedad del conocimiento. El nuevo modelo comporta un cambio cultural docente, a la vez que es una oportunidad para actualizar y dotar a los modelos de formación de una fundamentación y un desarrollo práctico mucho más acorde con lo que hoy sabemos y con lo que estamos en condiciones de hacer.
Sin embargo, a la vez que se propone un cambio de fondo, el nuevo sistema trastoca muchas cosas y contiene enfoques discutibles, como no podría ser menos. Entre los
conceptos de fundamentación de los ECTS que podemos someter a una discusión crítica están, por ejemplo, los de «empleabilidad», y de «competencias».
En este sentido cabe considerar algunas posibilidades que ofrece la autonomía universitaria para adaptarse a las nuevas iniciativas, afrontar los obstáculos que se van a presentar en forma de limitaciones de todo tipo y aportar propuestas de resolución sobre los aspectos más polémicos de las políticas universitarias comunitarias.
El punto de vista defendido muestra que una reforma no prejuzga las condiciones ni las concreciones de la misma si los distintos agentes no abdican de su capacidad de
ejercicio profesional autónomo y se preocupan de revisar sus propios esquemas de acción, sometiéndolos al contraste del exterior, rompiendo así la lógica endógena de
los discursos.