En la enseñanza-aprendizaje de las lenguas extranjeras, la exigencia, generalmente admitida hoy, de conceder a la oralidad por lo menos la misma importancia que a la escritura no se debe a consideraciones de índole socio-económica o socio-cultural según la creencia más extendida¿, sino que se fundamenta en la primacía y prioridad de las manifestaciones fónicas en la actuación audio-fonatoria ¿esto es, en el hablar¿; viene determinada por la misma naturaleza de las lenguas ¿que es fónica¿ y remite, por consiguiente, al plano de la epistemología lingüística. El profesor de idiomas ¿y obviamente el profesor de francés¿ debe, por lo tanto, basarse en ese axioma para determinar las técnicas y estrategias didácticas que vaya a aplicar, así como para adoptar variables y parámetros que le permitan caracterizar no sólo la materia fónica resultante del proceso de percepción y producción de habla, sino ese mismo proceso, que es donde la intervención pedagógica puede y debe incidir. Esto es, debe tomar en cuenta la insoslayable presencia del ¿ser comunicante¿. Al aplicar únicamente la ¿lógica de la física¿ y no permitir realizar esa caracterización, los enfoques ¿tradicionales¿ ¿articulatorio y/o acústico y/o fonológico¿ no resultan operativos. La metodología verbo-tonal permite superar el carácter reductor y sesgado de dichos enfoques. En efecto, frente a la ¿lógica de la física¿, se inscribe en la ¿lógica de lo viviente¿: las variables y parámetros que adopta permiten determinar el ¿sistema de errores¿ (efectivos o latentes) sin exigir ni presuponer conductas fonatorias predeterminadas; antes bien inducen a que el aprendiente consiga resultados aceptables utilizando sus propias aptitudes y facultades personales (que, por lo demás, no pueden ser conocidas a priori). La metodología verbo-tonal puede por lo tanto contribuir eficazmente a la formación del ciudadano europeo plurilinguše, contrarrestando así ciertos planteamientos que hipostasian la función identitaria de las lenguas.