La psicología evolutiva puede aparecer en escena gracias a que se transita desde una concepción del ser como permanencia hasta una del ser como cambio, lo cual genera grandes efectos en las esferas política, social y científica. Tal transformación se produce en un devenir histórico marcado por la teoría de la evolución de Charles Darwin y es reforzado por otros elementos históricos como la revolución francesa y la teoría de la relatividad en la física. Para ello se tuvo que trascender la inmovilidad del ser de Parménides y acoger la mutabilidad del ser de Heráclito, evento que es anunciado por Nietzsche como la muerte de Dios. Este acontecimiento puede entenderse como la puesta en cuestión del binomio Dios-Verdad, donde la verdad deja de tener un carácter divino y, por lo tanto, se convierte en un asunto netamente humano y como tal en un asunto falible: la verdad deja de ser única, eterna e inmutable, y el ser humano, al perder sus atributos divinos, pasa a ser objeto de estudio de la ciencia.