Desde sus comienzos, los ordenadores se han utilizado para resolver muchos problemas y es inimaginable lo que se ha conseguido con la inteligencia artificial. Hace cuarenta años, por ejemplo, aparecieron máquinas capaces de jugar ajedrez, algo que se tenía entonces como una de la más altas manifestaciones del espíritu humano. Sin embargo, lo que en los años sesenta parecía al alcance de la mano, como el reconocimiento de rostros o la traducción automática de lenguajes naturales actualmente se resisten obstinadamente. ¿Por qué un perro reconoce tan fácilmente a un ser humano y a nosotros nos cuesta tanto diseñar una máquina que lo haga? ¿Cómo puede una paloma atravesar medio mundo guiándose por las estrellas? Podríamos pensar en una competición entre los ingenieros y la madre naturaleza en la arena de los sistemas de la información. En ciertos terrenos ganan los diseñadores humanos; en otros, la naturaleza lleva una enorme ventaja.
