Quizás hoy como nunca, en un primer mundo crecientemente tecnológico y en un tercer mundo crecientemente depauperizado, los hombres se hallan preocupados por la educación e insiste en acrecentar la reflexión sobre la dimención humana. En efecto, es a partir de una concepción integral del hombre (corporal, con necesidades básicas insatisfechas; y espiritual, con necesidades espirituales, sociales y culturales) donde cobra sentido y proporción la tarea educativa. Es a partir de esa concepción de donde se justifica la acentuación de uno u otro aspecto en la tarea educativa.