Muchos de nosotros, en medio de ese extraño solipsismo que caracteriza a la actividad académica, en el encuentro con los textos, aspectos fundamental de nuestra labor, leemos en voz alta. Pero, cuando nos adentramos en el tema que estudiamos, bien por cansancio o bien por concentración, la voz, nuestra voz, si bien se apaga, sigue presente. Es que leer es hablar de cierta forma con uno mismo, claro está con la medición del texto.