La elocuencia, destinada a servir nobles causas y justos intereses en el mundo clásico, recibió a través de la oratoria sagrada la importantísima misión de ser instrumento de propagación y defensa de la «verdad». Había pasado la época de los abusos del pulpito que motivaron la severa censura y mordaz sátira que recoge la «Historia de Fray Gerundio de Campazas», donde el P. Isla no sólo logró «ridendo dicere verum», sino sentar las bases de la oratoria posterior que serán ampliadas por otros predicadores deseosos de instruir y ayudar a sus compañeros menos cualificados.