Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame...los ecos de los Jesuitas que repiten la salmodia ignaciana resuenan en la Cripta del Rapto... allá en el secreto corazón del claustro... ausente los rostros, se perfilan en concordia con el eco multiplicado de los pasos del presente, y con ellos se confunden los pasos de los niños que salen de clase y se precipitan a la plaza, un conteo regresivo abre en las cifras del sonido el estallido de pólvora de un fusilamiento, y acaso en la pupila de bronce del monumento de Caldas, si un niño se asoma, puede ver hoy, en una impronta de hace 205 años, los satélites de júpiter y los anillos de Saturno. En desbandada, las palomas se avienen desde la enorme cúpula, y en el latir reverberante de su vuelo puede adivinarse el pasar de páginas del enorme libro de la Historia...
