Los procesos intencionados que en ella, se desarrollan, la estrecha convivencia de sus diferentes estamentos y su renovada autonomía, hacen de la institución educativa uno de los principales agentes para el desarrollo integral de las personas y la construcción de relaciones humanas más igualitarias en pro del bienestar y armonía en los órdenes de lo personal y de lo social. Pero para que esto sea posible en términos de instituciones verdaderamente coeducativas, es necesario partir de la integración de nuevos modelos genéricos que avalen la formación no discriminatoria en todos los ámbitos, estén sujetos a la experimentación y a los ajustes y no cifren la igualdad únicamente en la asistencia a la escuela: de lo que se trata, es de lograr un ambiente educativo que brinde a los niños y niñas el mismo tipo de protagonismo y las mismas posibilidades para el desarrollo integral de su personalidad, y en el cual los valores atribuidos tradicionalmente a los varones y a las mujeres sean considerados igualmente importantes para todos y transmitidos de igual manera. A tal propósito subyacen cambios culturales profundos cuyo logro demanda una gran voluntad de cambio, decisiones concretas y la introducción de un conjunto de saberes que han estado hasta hoy ausentes del ámbito escolar.
