A fines del siglo pasado se introduce en el ámbito de los profesionales de la educación, algunos conceptos que, desde una concepción prospectiva, señalan un camino de renovación conceptual de entender la educación como un proceso "permanente" que no se agota en el sistema de formación formal de infantes, niños y jóvenes, sino que abre sus puertas, siguiendo en ello a Freire, al concepto de ¿educación no formal¿, como el proceso andragógico de la educación que se orienta a la atención de crecimiento formativo de los adultos de primera, segunda y tercera edad. A partir de estos dos grandes desafíos de la educación en nuestros tiempos, este ensayo describe y analiza hechos y realidades que pueden servir de antecedentes para entender que la educación no formal tiene suficientes elementos para llegar a ser considerada el complemento necesario y esencial para que verdaderamente sea posible una "educación permanente".