Pocos estarán dispuestos a negar que la filosofía tiene una función argumentativa. Un problema diferente a establecer cuál es el estilo propio de la argumentación filosófica, si es que se admite que debe haberlo. En la actualidad, la forma de argumentación filosófica más extendida responde a un tipo de prosa y un modo de argumentación que se ha impuesto en los ámbitos académicos bajo la influencia de dos factores; por un lado, el análisis filosófico que, consecuentemente con los reclamos positivistas, se esfuerza en atenerse al rigor lógico y elige cuidadosamente los términos para no caer en el "sinsentido"; por otro lado, la homogeneización que las exigencias de los departamentos de investigación que las exigencias de los departamentos de la investigación han impuesto a todas las disciplinas, las más de las veces a partir de un modelo "científico". Sin embargo, mirando hacia atrás en la historia de la filosofía, se observará que esta forma de prosa y de argumentación filosóficas exhibe una historia comparativamente breve. En efecto, el camino de la filosofía abunda en poemas, diálogos, aforismos, novelas, epístolas, relatos de viaje y otros "géneros" que actualmente son identificados como literarios, pero que no obstante no sólo siguen filosóficos sino también argumentativos. Todo esto sin contar los esfuerzos de pensadores, quienes, como Derrida, en pleno siglo XX intentan derribar las barreras del género y desplazar la argumentación filosófica del eje "logocéntrico". En este marco, este trabajo se propone mostrar de qué manera la filosofía argumenta a través de esos géneros que para la mirada acostumbrada a los papers son "no filosóficos". Para el caso, se tomará como ejemplo paradigmático la polémica que Voltaire sostiene contra el optimismo del siglo XVIII acerca del problema del mal. La conclusión de este examen es que la forma de argumentación es, en muchos casos, más "retórica" que "lógica" (según un 'rigor lógico' que se cristaliza en el siglo XX y que Voltaire no podía conocer); pero que no por ello deja de responder a los criterios de la argumentación.
