En la tradición de la teología moral católica, el concepto de una "ética del derecho natural" designa una teoría moral cognitiva que sostiene la capacidad de verdad y la vigencia universal de los juicios morales. Sus afirmaciones normativas no se fundan en las opiniones emocionales (emotivismo) o en un sentir intencional de valores que tenga el ser humano (filosofía de los valores), ni tampoco en un recurso puramente procedimental de una razón intersubjetiva (ética del discurso). Antes bien, la teoría de la lex naturalis se refiere a un fundamento objetivo que le está indicando en la naturaleza del hombre y en los objetivos de vida que concuerdan con su esencia. Sin embargo, esta suposición de base recibe en la ética moderna de toda una cantidad de objeciones críticas que deben ser tenidas en cuenta la hora de intentar una nueva fundamentación trascendental de la doctrina tomista de la ley natural. A una argumentación que pregunte por la relevancia de lo natural para la conducta de vida individual del hombre y para el ordenamiento de su existencia comunitaria, subyace la idea de vincular los principios de la vida ética y del orden jurídico a la característica específica propia de una naturaleza común a todos los hombres. Las doctrinas neoescolásticas del derecho natural presuponen en ello que la naturaleza común del ser humano es una magnitud cognoscitiva firme y claramente determinable en su alcance, en su contenido y en su relevancia normativa. Esta suposición trae a colación un problema fundamental de los esbozos de ética iusnaturalistas, pues el concepto de "naturaleza" no es un modo alguno claro y distinto por sí mismo. Antes bien, necesita de una constante distinción entre las condiciones mínimas insoslayables, que deben verse como presupuestos trascendentales de la subjetividad moral, y las concepciones más exigentes de la vida buena, que son parte irrenunciable de la identidad personal del individuo.
