Hoy día es evidente que la estimulación del niño constituye un proceso crucial para su evolución en las dimensiones biológica, psicológica y social. A medida que avanza el crecimiento del niño lo hacen también sus capacidades, y por lo tanto resulta imprescindible mantenerlas en constante interacción y estimular su potencialidad para que su desarrollo conlleve en lo posterior una adecuada adaptación a situaciones que deberá enfrentar. Se trata así de una necesidad que trasciende el simple capricho de una sociedad en constante evolución. Numerosas investigaciones han demostrado que los niños no estimulados tienen menores rendimientos escolares en relación con aquellos que han recibido una adecuada estimulación. No obstante ello, se han encontrado datos alarmantes que demuestran la falta de la misma en la infancia temprana, lo cual puede condicionar un retraso en cualquiera de las áreas de desarrollo.