Uno de los conceptos más útiles que enseño a mis estudiantes es la idea de Bernard J. F. Lonergan sobre la evolución que se ha producido en la teología contemporánea desde una perspectiva “clasicista” a una cosmovisión “histórica” 1. Tal como la define Lonergan, una concepción “clasicista” de la naturaleza humana es aquella que “...puede aprehender al hombre [sic] abstractamente mediante una definición que se aplica omni et soli y a través de unas propiedades que pueden verificarse en todos los seres humanos” (Lonergan, 5). En contra, desde una perspectiva histórica, “...hay en la historicidad, que procede de la naturaleza humana, una exigencia de cambiar las formas, las estructuras y los métodos” (6). Estas categorías resultan muy útiles para comprender el modo en que el Papa Benedicto XVI y su predecesor Juan Pablo II entienden la antropología teológica y por qué muchas feministas cristianas, entre las que me incluyo, no nos sentimos cómodas con ella.
