En los inicios de la fructífera y revolucionaria década de 1970, Marta Bonilla y Manuel Vinent fundaron en Bogotá el Liceo Juan Ramón Jiménez, un proyecto en muchos sentidos innovador para Colombia. Buscaban asumir los desafíos de su tiempo y responder a las inquietudes que cada uno de ellos había cosechado de experiencias educativas anteriores: Marta había estado en México visitando proyectos innovadores en contactos con las reflexiones sobre la educación que se venían dando en Latinoamérica, y Manuel venía en la tradición europea y catalana, tan fuertemente impactada por el pensamiento de los visionarios creadores de la escuela activa y, para el caso de Cataluña, directamente influida por la experiencia revolucionaria del Institut Escola de Barcelona. Desde el comienzo comprendieron que no era necesario hacer una propuesta de carácter transformador que implicara todos los aspectos del universo pedagógico. Que no se tratara meramente de un cambio metodológico, sino de transformación estructural que contraviniera de raíz la educación tradicional en boga por entonces. Aún hoy este tipo de educación tiene expresiones importantes.
