Aunque parece que lo hemos olvidado, nuestras vidas se alimentan de la tierra, nuestra salud y bienestar son un reflejo de la vitalidad del planeta y de todos los seres que habitan. En un momento de crisis medioambiental como el que vivimos, Ignacio Abella nos recuerda que necesitamos, más que nunca, reencontrarnos con los arboles: no solo por su capacidad de restablecer el equilibrio de los ecosistemas, sino también porque representan (y nos recuerdan) nuestro arraigo y dependencia de la naturaleza. En la recuperación de este vínculo, más emocional que mental, la escuela puede y debe desempeñar un papel fundamental.