En este artículo defiendo la idea de que, más que interferir con la racionalidad, algunas emociones pueden ser útiles para desarrollar formas racionales de pensamiento y acción. Esto lo sustento a partir del caso del odio, y específicamente del odio a los enemigos. Argumento que esta clase de odio puede ayudarnos a desplegar tanto formas epistémicas como prácticas de racionalidad. El odio puede generar modos racionales de formación de creencias al proveer un marco para los parámetros que se tomarán en cuenta en procesos de percepción y atención. También limita el número de consideraciones prácticas que pueden permitirnos alcanzar nuestros fines ¿determinadas por las tendencias a la acción características del odio¿, al tiempo que desarrolla una forma estratégica de racionalidad. Finalmente, sostengo que el odio puede incluso tener consecuencias positivas para la conducta moral. Estos temas fueron presentados originalmente por Plutarco en su Moralia; aquí desarrollo algunas variaciones.