La conmoción emocional de la adolescencia no solo atañe a la persona joven sino también a los adultos que la acompañan. Padres y profesores deben precisar qué comportamientos son aceptables y cuáles no, consagrado su energía a imponer las reglas realmente importantes. Si las críticas se dirigen a los comportamientos y no a la persona, la autoestima no resulta dañada y el adolecente podrá aprender a aceptar sus responsabilidades.