El trabajo del psicólogo, ya sea en investigación o en psicoterapia, está en gran medida fundamentado en la intuición, en ese saber sedimentado que se expresa como estado de ánimo, sensación difusa u ocurrencia. Se trata de un saber que precede la invención de conjeturas y las intervenciones del clínico. Pero la intuición,
capacidad prístina del ser humano, debe formarse: los prejuicios la hacen errática. Se propone una depuración de prejuicios mediante
al análisis de la intuición y del propio discurso, como una vía que posibilite un ejercicio más apropiado y fluido de ese saber.