Educación por la Democracia supone perder en certezas para ganar en discernimiento. Supone trazar como horizonte de lo ideal, no la disolución de las condiciones, sino su comprensión y su provecho. Implica, por tanto, un aprendizaje de la concertación, una mirada al hecho comunicativo como única estrategia viable y un empoderamiento de la racionalidad a un tiempo argumentativa y holística: la expresión de ser en su autonomía y su adhesivo a unos principios éticos que garanticen la convivencia, más allá de las normativas del Estado de Derecho.