Hay problemas que proceden de un duro juego de la interrogación; son problemas que bien pudiéramos calificar de folsos o al menos de ficticios. Al contrario, existen otros que se imponen por sí mismos a un determinado momento de la historia, por el hecho de una situación concreta, nuestra o del mundo en que vivimos. Este tipo de problemas nos concierne en tal forma que no lo podemos evitar, como quiera que no somos nosotros los que lo inventamos.