En las diferentes épocas históricas por las que ha transitado la humanidad siempre se ha planteado de algún modo el análisis de la calidad en la educación de sus respectivas nuevas generaciones dependiendo de las diferentes posiciones ideológicas de sus protagonistas y en función de sus históricamente condicionadas necesidades sociales y culturales. El desarrollo del actual mundo globalizado, eufórico por el presunto triunfo de la utilitaria racionalidad instrumental, parece engendrar algunas dudas respecto a si los criterios para evaluar la calidad educativa, más allá de las posiciones ideológicas que se asuman, puede ser los más apropiados o se impone, también en este terreno de la praxis pedagógica, darle honorable sepultura al mito de "la muerte de las ideologías".