Uno de los aprendizajes más costosos que tendremos que hacer los adultos para relacionarnos con las culturas infantiles y juveniles en coherencia con los cambios de estos tiempos, será salir de la certeza de que tenemos la verdad y las respuestas sobre cómo formar a las nuevas generaciones y ello significa, en alguna medida, salir de esos esquemas de identidad adulta que no nos permiten reconocer la relación con el mundo infantil como un acto de aprendizaje mutuo.