Aunque es común pensar los años preescolares como un momento en el que los pequeños deben jugar, jugar y madurar sus destrezas perceptuales-motrices, todo sugiere que los retos formativos en este período crucial son mayores y que los debemos abordar de inmediato. Son mayores y urgentes porque tres potentes unidades arman la mente del niño prescolar -por sobre el juego, la percepción y la motricidad -, unidades por desplegar con todo su potencia en estos años maravillosos. No exagero al afirmar que durante el prescolar se crean los cimientos, firmes o endebles, de la posterior arquitectura psicológica humana.