El sistema educativo recibe unas presiones desde el mundo económico que favorecen el sesgo de contenidos culturales y entiende el currículo como un instrumento para seguir buenos salarios. Es urgente, pues, revisar los contenidos con los que trabaja la institución escolar, abrirse al diálogo y superar los análisis reduccionistas que afianzan el eurocentrismo, el neocolonialismo, el clasismo y el sexismo.