Charlan, molestan, se distraen, gastan bromas pesadas y hasta ciertas agresiones: lejos de unificarlo en un solo diagnóstico, la autora propone atender a la particularidad de cada niño o niña. El primer escollo es que no suelen ser conscientes de estar portándose mal. Son niños mimados y satisfechos en exceso a los que la escuela impone una serie de obligaciones para que puedan triunfar en un mundo competitivo, a expensas de otros.