En este artículo se aborda la compleja relación entre el conocimiento historiográfico, la memoria y la política. El autor sostiene la existencia de un vasto campo en disputa respecto de la o de las memorias colectivas hegemónicas que se constituirán como conciencia histórica o sentido común historiográfico de los pueblos. Sin llegar a postular la historiografía como un arma política de carácter instrumental, a la manera de las "historias oficiales" (frente a las cuales se manifiesta muy crítico), afirma que la batalla por la memoria es, en esencia, una lucha política a través de mediaciones culturales, razón por la que los historiadores deberían reconocer que su posicionamiento es una tarea azarosa y complicada por la tensión objetiva que existe entre la memoria y la historia (saber científico), y más aún entre la historia y la política.