Pese a que los estudios dicen lo contrario, cala la percepción de un deterioro del clima escolar y crece un clamor social a favor de más mano dura. Queda así abierta la puerta a discursos populistas y autoritarios que recurren a medidas represivas para enmendar los males. Pero, aun admitiendo que la conflictividad escolar ha aumentado, sus causas exigen unos remedios que poco tienen que ver con convertir al profesorado en agente de autoridad.