La celebración de aniversarios históricos, sean centenarios, bicentenarios u otros, suele asociarse con una peligrosa pero explicable tentación de quedarse contemplando el pasado de una manera complaciente y aturdida. Quienes caen en dicha tentación con frecuencia ignoran que así pueden llegar a minimizar la actitud vigilante y de permanente discernimiento que debe acompañar a los que no le temen al futuro sino que lo asumen de manera activa y creativa. Mientras que las instituciones más conservadoras dan respuestas a las preguntas y a las necesidades de ayer, las que asumen el discernimiento como herramienta de constante renovación se adelantan a los tiempos y diseñan el futuro desde las apremiantes necesidades del presente.