El encuentro entre culturas diversas provoca conflictos inevitables en función de diversidad de valores y de costumbres. Pero el auténtico conflicto proviene, no tanto de las diferencias culturales, como de las diferencias económicas y la desigualdad social y política que éstas conllevan. En este contexto, la interculturalidad deja de ser un problema estrictamente escolar para convertirse en una cuestión de carácter sociopolítico. La pretensión última de la educación intercultural es educar a todos y todas para la ciudadanía en el contexto de una sociedad multicultural, mestiza. Su objeto, por lo tanto, ya no serán sólo los hijos de migrantes extranjeros o de minorías étnicas, sino todo el alumnado, todas las personas.