He pasado la última Semana Santa en la India, en el suburbio de miseria que rodea a Bombay. Estoy alojado con una familia cristiana, y asistimos a las ceremonias pascuales en la pequeña y pobre capilla parroquial. Nos turnamos con el párroco en la presencia de las celebraciones, y yo presido el Viernes Santo. Dado que en Bombay confluyen gentes de todas las regiones y lenguas del país, la liturgia ha de ser en inglés.