Se dice que cierta ocasión el Dictador rojo José Stalin, queriendo burlarse de la fuerza de la Iglesia Católica, preguntó sarcásticamente: "¿Cuantas divisiones tiene el Papa?" Y sin embargo, si ahora pudiera volver a esta vida, entre otras muchas cosas que le dejarían maravillado, una, y no la de menos importancia para él y su tiranía bestial, sería el que la Iglesia Católica, sin tener un solo soldado, con las solas armas del espíritu ha obligado a Polonia a de volverle su libertad, y que no hace muchos días aún el Jefe de supremo de la Iglesia Polaca, el Cardenal Wyszynski llegaba triunfalmente a Roma y recibía del mismo Sumo Pontífice el capelo cardenalicio. El mismo pueblo polaco, ese pueblo esclavizado por los rusos y en el cual, según la propaganda rusa habitual en casos parecidos, se apoyaba el flamante Partido Comunista polaco, ha sido el que ha sacado de la prisión a su pastor y, con el al frente, ha ido arrancando concesión tras concesión al Gobierno marioneta polaco, en las mismas barbas de su vecino el coloso de la URSS. Lo que en otros tiempos hubiera costado la detención o por los menos del destierro del Cardenal, hoy se tiene que tolerar por los comunistas, mal que les pese.
