Durante el primer año de gobierno de Arena, la política norteamericana para El Salvador ha entrado en crisis. desde hace una década, Estados Unidos ha venido apoyando a la Fuerza Armada para derrotar a la insurgencia, pero hasta ahora, ni aquella ni esta han podido imponer su hegemonía. Los indicios muestran que esta situación puede prolongarse indefinidamente. Por otro lado, Estados Unidos pretendía configurar un ejército garante de un proceso democrático; sin embargo, ante todo el ejército salvadoreño ha aparecido ante los ojos del mundo como violador de los derechos humanos. Estos dos hechos y el cambio de la correlación de fuerzas mundiales, auspiciados por la perestroika han hecho reflexionar a las altas esferas norteamericanas, las cuales ahora parecen apoyar una salida negociada para la guerra salvadoreña. Pero, dado que son los círculos político-militares norteamericanos los que determinan las formas de conducir la guerra contrainsurgente, solo se logró un acuerdo negociado si Estados unidos aplica una presión efectiva.
