La crisis que ha estallado en la Iglesia católica por los crímenes cometidos con los niños y los jóvenes, es nuestra crisis. Somos miembros de una Iglesia que –una vez más– ha permanecido callada; ha encubierto a hombres que han dañado de forma irreversible a los niños en su salud psíquica; ha ocultado delitos durante años, que los fiscales en otros lugares hubieran detectado inmediatamente. Es mucho lo que se ha escrito e investigado en estos últimos años; pero, en cuanto miembros de la Iglesia y parte de la opinión pública, hay muchas cosas que aún desconocemos.