La combinación de religión y poder produce una mezcla que como mínimo es sumamente ambigua y como máximo sumamente explosiva. La historia está llena de ejemplos en los que las religiones utilizaron el poder para dominar y no se abstuvieron de destruir a quienes ellas catalogaban como enemigos. El fanatismo religioso probablemente se pueda encontrar en todas las religiones, pero resulta muy visible en las grandes religiones mundiales que a veces asumen el poder junto con un gobernante o una clase dirigente que pertenece a ellas.