Las reflexiones que siguen parten de una constatación: el olvido de la humanidad de Jesús compromete la predicación del evangelio de la salvación en África. Lo que se observa en las Iglesias independientes o afro-cristianas y en las Iglesias del despertar se encuentra, exceptuando algunos matices, en las Iglesias misioneras católicas y protestantes. La figura de Cristo que domina en ellas es la de taumaturgo y curandero capaz de neutralizar las fuerzas mágicas responsables de la enfermedad y de la muerte. Sin embargo, en el corazón del Evangelio se da una paradoja que conviene tomar en serio: el taumaturgo mismo muere, y sus adversarios se burlan de él: “A otros ha salvado, que se salve a sí mismo, si es el Hijo de Dios” (Lc 23,35). A nuestro parecer, ni las cristologías populares centradas en los prodigios y las curaciones milagrosas, ni la cristología oficial de las Iglesias misioneras, son capaces de aportar soluciones a los problemas reales de los pueblos africanos, en la medida en que todas ellas han olvidado la humanidad de Jesús, su compromiso y su combate, en beneficio de la afirmación masiva de su divinidad.
