Hace unos veinte o treinta años surgió en la teología pastoral y en las iglesias la imperiosa necesidad de tener mucho más en cuenta la posible interconexión que existe entre el ciclo de la vida humana, por una parte, y la enseñanza, los programas educativos y la liturgia que las iglesias tienen que ofrecer, por otra. A partir de entonces, los teólogos prácticos han puesto de relieve que las personas, de dentro o de fuera de la iglesia, no están dispuestas a aceptar una institución que no esté abierta a los diversos aspectos que constituyen su vida personal. En consecuencia, los modelos psicológicos del ciclo de la vida humana han atraído mucho la atención y han influido notablemente en la acción pastoral.