Manuel Scorza cuenta que una vez un hombre, poderoso juez de una provincia de los Andes peruanos, dejó caer al suelo una moneda de un sol... Durante un año nadie se atrevió a tocarla. La moneda se quedó allí, intacta. Paralizada por el miedo de todo el pueblo. ¡A la esposa de dicho juez le encantaba organizar fiestas, muchas fiestas, y como un día se le ocurrió que doce meses era demasiado tiempo como para esperar a la Navidad, decidió acelerar el tiempo. Acortó el año, recortó los meses para poder celebrar dos o tres navidades al año...