Una opinión muy difundida sobre la salvación cristiana es que los creyentes son salvados en virtud de los padecimientos de Cristo, que soportó la muerte en una cruz como castigo por el pecado humano. En esta noción de salvación, cuyo origen se atribuye a menudo a Anselmo de Canterbury, teólogo del siglo XI, la cruz de Cristo sustituye al castigo que los seres humanos merecen. Al padecer en nuestro lugar, Cristo satisface la justicia de Dios y reconcilia a Dios con nosotros, de manera que podemos disfrutar de la vida eterna en vez de sufrir la condenación. Como se explicará más adelante, este modelo de salvación no era de Anselmo, en realidad.