Una de las experiencias importantes de mi vida es el encuentro de obispos latinoamericanos que tuvo lugar en São Roque (Brasil), una ciudad cercana a São Paulo, a finales de octubre de 1986. Yo era un invitado y participaba por primera vez en un acto así. Vinieron obispos de distintos países, de Brasil y México, de Honduras, Chile, Perú, de casi todos los países de Sudamérica1. Desde Medellín, este encuentro se celebra cada año en distintos lugares y, debido a los acontecimientos de Riobamba, donde los participantes fueron detenidos, también tiene una historia política.