San Juan de la Cruz sabe bien que el lenguaje es insuficiente para dar cuenta de la experiencia mística, y por eso sugiere la vivencia indecible de la cima del alma silenciando sus palabras, para que no desacralicen el milagro unitivo. Por eso en el Cantico pasa en silencio los instantes en cúspide que hubieran tenido que dar cuenta de las bodas ultramundanas con Dios.