Cuesta decirlo y anunciarlo: la formación ha deja de ser lo sustantivo de la universidad actual, ni su concepto, ni su práctica, ni su experiencia, ni su historia parecen conmover, mucho menos, convocar. Si la formación ya no es todo lo que era, nos queda la exigencia de problematizar las tensiones de una universidad. Este es el tema fundamental del presente artículo.