Los últimos 40 años ofrecen un panorama educativo repleto de leyes, pero entregado a la rutina, la tecnocracia gestora y la falta absoluta de debate sobre las finalidades de la educación. El profesorado más activo e inquieto ha aprendido a controlar su entusiasmo ante músicas que sonaban bien y que luego se convertían en fanfarrias,ante la nula voluntad política de construir la enseñanza pública que se podía haber construido.